*Acerca de los poemas*
Los poemas que he comenzado a escribir recientemente -algunos de los cuales voy compartiendo por aquí- surgieron por la pronunciación de mi apellido y asociaciones respecto de eso. La pronunciación siempre ha tomado las formas más diversas. En Suárez, nos decían Seleneu, Esleneu. No hace mucho, en dos diferentes provincias en las que estuve leyendo poemas escuché: Sleu. Otros dicen Sleniu o Sledniu. Otros Slednev. Por supuesto, hay quien dice el original y perfecto Sledneu (la ‘w’ con el sonido de la ‘u’, tal como nuestra familia nos enseñó a pronunciarla).
Esa letra y su pronunciación en ucraniano o ruso, es parecida a la pronunciación del comienzo del apellido. La s suena expirada, sibilante y la w suena como un sh, aspirado.
Todo lo que voy leyendo -fragmentariamente y sin intención de una investigación del tema en sí- me sirve como materia para el poema. No es que lo use en el sentido exacto, en el que manifiestan las explicaciones a las que voy accediendo, sino en el ritmo y en el hacer del poema, así como en el concepto que lo impulsa.
Mientras estoy escribiendo, me arriesgo a unir en los poemas algunas grafías y formas de la pronunciación de las lenguas rusa o ucraniana, que -según mi mirada- han seguido la trayectoria del silencio en mi familia, y entonces imagino a ese silencio encontrando un sitio en el poema.
También recurro a notas de mi libreta personal con fragmentos que me llamaron la atención sobre referencias al tema.
No pretendo reponer ningún idioma, tampoco hago investigación, no hago traducción, sólo estoy comprendiendo el espacio de estos textos como uno que puede albergar esas instancias calladas, dejar que ideas, conceptos, historias se revuelvan y resuelvan en ellos.
Mientras hago este camino de escritura pienso en mis otros apellidos, el de mi abuela paterna: el ucraniano Bozbranny. Y, claro, en los apellidos por línea materna: el, uruguayo López de mi abuelo Enrique nacido en Durazno, y en el italiano Giorgio, de la abuela Antonia, cuyos padres provenían de Acerenza.
Y guardo ese deseo (tan propio de la escritura de poesía -al menos de la mía-) que se acumula y arrincona como si esperara que llegue una información, un momento, un impulso.
Ese deseo me hace intuir que algo voy a escribir también respecto de mis otros apellidos. Todo es una excusa, ya lo sé, para hablar de lo que me inquieta y que muchas veces no sé que es, que lo descubro un poco cuando escribo y a veces no.
Todo lo siento vinculado al silencio, a lo callado con relación al idioma y a la tierra. Seguramente tendrá que ver con otras instancias calladas. Por ejemplo, el papá de mi mamá: Enrique López, llevaba el apellido de su madre y desconozco hasta hoy quién fue su padre. Esos tremendos silencios, no?
En fin, sólo sé que escribo. Sólo sé que creo en lo que me atraviesa hasta llegar al poema. Y no busco ninguna verdad, sólo lo que el poema quiera hablar.
Agradezco mucho a quienes se acercan a leer, a comentar (no se imaginan cuánto me agradan todos los comentarios y cuánto me traen especialmente los que a veces surgen relacionados con sus propias historias). Un abrazo.