domingo, 3 de agosto de 2025
Por qué hablo de silencio en los poemas del apellido - Notas de proceso
*Por qué hablo de silencio en los poemas del apellido*
Porque yo no sé a ciencia cierta, hasta el día de hoy, cuál es la razón por la que mi abuelo Nicolás Slednew, nacido en Besaravia, Ucrania y mi abuela María Bozbranny, también ucraniana nacida en Antonine, Volisnic, no hablaban su idioma original (ucraniano) siendo que habían venido a Argentina ya alrededor de sus 15 años y acompañados de sus padres.
He leído, sin embargo, que en los años en que ellos vinieron de Ucrania, el territorio pasaba a ser -como una de tantas veces- de dominio ruso. También, sobre la prohibición que tenían de hablar su idioma. Probablemente coincidiera con eso y con la fuerte convicción de estar en Argentina como un lugar elegido, prometedor de cierta paz y en donde el abuelo pudo trabajar enseguida en su oficio de herrero (principalmente de los caballos de gente de campo, también de dueños de caballos de carrera o de polo).
El abuelo Nicolás figura en nuestro árbol genealógico familiar como nacido el 29 de noviembre de 1902 en Ucrania. Asimismo, hay una acotación nuestra de hace muchos años, quizás por alguna conversación que mantuvimos con mi tía Leonor, que dice: “nacido en Sussarano, Rusia”. También aparece como ruso en un documento escolar de sus hijos, del que dispongo desde hace un tiempo. En casa, siempre se dijo que él y la abuela María eran rusos. Su hermana, Larissa Rotopanu, había quedado en Rumania. Y a nuestra casa, allá en Suárez, llegaban a veces cartas con sellos postales de Arad, Rumania. Creo que las traducía o escribía las respuestas el dueño de una tienda en Suárez de apellido Rochistein o bien él conseguía quien lo hiciera. La correspondencia se mantuvo durante muchos años y continuó con la hija de Larissa que había aprendido el castellano.
Quizás ese panorama de prohibiciones combinada con su vida en Argentina hizo que ellos no hablaran en su lengua originaria, que adoptaran un perfecto castellano, y defendieran los presupuestos y símbolos de esta tierra. Tal es así que, mientras estuvo en vida, a mi abuela, la ucraniana, jamás se le pasó por alto poner una bandera argentina en el balcón del ventanal que daba a la calle Casey cada 25 de mayo, cada 9 de julio, cada 6 de agosto que era el aniversario de Suárez. Y cuando iba a su religiosa misa del domingo rezaba por los suyos y por éste, su país.
Con mis hermanos aprendimos algunas breves palabras en ruso porque la abuela las repetía cuando le preguntábamos: ‘spashiva’, ‘niet’, ‘da’ y muy poco más que eso.
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