lunes, 4 de agosto de 2025

La historia de un poema - Revista El Desaguadero


La historia de También me ensucié las manos con cal y barrí la arena se relaciona con las muchas veces que me he preguntado por qué la poesía en mi vida; por qué la escritura de poesía; de dónde o de quiénes extraía yo la emoción, el pensamiento y la palabra para la poesía. 
 Provengo de una familia de clase trabajadora y mi numeroso núcleo familiar era gente de oficios de inmigrantes, de tareas del hogar, que sólo habían pisado una escuela primaria. Sin embargo, la lectura era un valor presente en algunos miembros y éramos socios de la Biblioteca Pública de Suárez, el lugar donde nací. Pero hasta el día de hoy no supe de ningún integrante del árbol que escribiera o disfrutara de leer particularmente poesía. Yo parecía ser el único ser absorto frente al espacio de cualquier papel que pudiéramos tener en la casa y en el que quedara algún verso copiado o trazado débilmente por mí.
 Básicamente, cada vez que yo me preguntaba –ya adulta- “por qué escribo poesía”, “por qué la poesía en mi vida”, lo más claro era mi propia familia, las imágenes de aquella casa familiar, ellos con sus maneras de hablarme a través de sus ocupaciones, sus oficios, sus tareas domésticas. Lo más claro era la poesía de esas formas, su lenguaje. 
 El día que escribí También me ensucié las manos con cal y barrí la arena pensaba en mi padre, entonces cobró mucha fuerza para mí la imagen de su trabajo, la emoción que me causaba verlo desde aquella mezcla entre la admiración por su fortaleza o capacidad de trabajo y el amor filial que yo sentía por él. Así apareció la primera línea del poema como dictada por esa escena de la historia familiar, por lo pensado tantas veces acerca de ella, por el conocimiento del oficio de constructor albañil del que yo sabía detalles por haberlo observado. Tomé –sin ser plenamente consciente de ello- la construcción de la casa como forma de construir los días de la vida, y a la vez la construcción del poema como parte de los días de la vida. 
 Recuerdo que me mantuve atenta a ese dictado, a ese impulso inicial que me llevó a escribir el poema completo. Desde esa primera línea que quedó casi con fuerza de título no me detuve hasta no escribir la que sentí que era la última palabra: extremo. 
 Puedo afirmar que sentí una emoción similar a la vivida en aquellos años, que al menos evoqué aspectos de aquella emoción que fueron valiosos para el poema. Sentí aquel affectus que describe en La emoción en el poema la poeta y ensayista Alicia Genovese. Sentí que echaba raíz en este poema de alguna manera parecida a como ella lo describe cuando dice que esa emoción “conforma en el poema una línea de fuerza invisible que lo impulsa, lo sostiene y alimenta su sentido”. Además, sentí una gran alegría al escribirlo, una sensación de satisfacción por esa forma de la lucidez que resulta ser para mí la escritura de poesía. 
 También me ensucié las manos con cal y barrí la arena quedó prácticamente como lo escribí aquella tarde. Le hice apenas dos o tres ajustes menores. 
 Es un poema que siempre me emocionó mucho leer en público. La primera vez que se lo leí a mis amigas poetas se me anudó la garganta, tanto que alguna de ellas terminó su lectura. Y durante muchas lecturas posteriores a su publicación sentí esa conmoción. Es uno de los poemas que más ha gustado. Es uno de mis poemas más queridos. 
 Pertenece al libro Los bordes del azar, editado por Ediciones en Danza en 2017 que contiene una serie de poemas cruzados por una poética del viaje, del desplazamiento, real y simbólico, en el que solemos estar inmersos. Y También me ensucié las manos con cal y barrí la arena es un viaje al origen de mi placer por escribir poesía a través del oficio de mi padre. 
 También me ensucié las manos con cal y barrí la arena 
 Cuando pienso en las palabras 
 recuerdo a mi padre con una cuchara de albañil 
quitando restos de cemento entre ladrillos 
lo veo repasar con ternura de obrero 
 la piel rugosa de la mezcla 
Recuerdo que lo miraba transformar el espacio 
 guiado por la claridad de un sencillo piolín 
 de extremo a extremo de la obra 
con la misma sencillez con que transformaba la vida 
No se borra de mí esa dicha 
 la tarea fina del fratacho pasando dulcemente por la cara de la casa 
como si fuera el rostro de la infancia 
como si fuera un poeta 
 buscando el mejor poema para dar 
Él logró con su manera de estar 
 volver dichosa la mía 
logró mejor dolerme los ladrillos 
 la mezcla la cuchara 
 el hilo que tensa esta vida mía 
 entre extremo y extremo 

 Susana Slednew nació en Coronel Suárez, Buenos Aires, en 1958. Es poeta y docente. Publicó: Los bordes del azar (Ediciones en Danza, 2017), Lavar la vida (Ediciones en Danza, 2018), Mapa oscuro (Ediciones del Dock, 2019), #HastagParaElAmor (Ediciones Arroyo, 2020), Porcelana rota, Premio Poesía Fondo Editorial Pampeano 2019 (Edición del FEP, 2021). Publicó sus poemas en tres ediciones conjuntas con el Grupo de poesía Desguace y Pertenencia: El hilo invisible (2012); Donde el viento (2016); Hoja de ruta (2019). Participó de antologías nacionales e internacionales. Sus poemas fueron publicados en revistas, páginas y blogs de poesía. Participó en dos ocasiones de clínicas de obra poética como becaria del Fondo Nacional de las Artes, a cargo de Alicia Genovese y de Irene Gruss. Participa con sus lecturas en festivales, ferias, jornadas y encuentros de poesía. Ofrece cursos, talleres y clínicas de poesía. 

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